Hay una filosofía verdadera y una falsa. Así como la espuma en el vino recién hecho nada en la parte superior y oculta el verdadero vino debajo, así también hay una espuma de sofistería y pseudo-filosofía nadando en la parte superior de la verdadera filosofía; parece conocimiento, pero es el resultado de la ignorancia, dorado y barnizado para engañar al vulgo. Es como un parásito que crece en el árbol del conocimiento, sacando la savia del verdadero árbol y convirtiéndola en veneno. El trabajo intelectual del cerebro por sí solo no es suficiente para dar a luz a un médico; el verdadero médico no es el que sólo ha oído hablar de la verdad, sino el que siente la verdad, que la ve ante sí tan claramente como la luz del sol, que la oye como si oyera el ruido de la catarata del Rhin o el silbido de la tormenta sobre el océano, que lo huele y lo prueba, siendo para él dulce como la miel o amargo como la hiel. La naturaleza produce enfermedades y efectúa sus curas, y ¿dónde, entonces, se podría encontrar un maestro mejor que la naturaleza misma? Sólo aquello que vemos, sentimos y percibimos constituye el verdadero conocimiento, no aquello de lo que nos informan meramente los libros y que no está confirmado por la experiencia.

El conocimiento de la Naturaleza tal como es, no como imaginamos que es, constituye la verdadera filosofía. El que sólo ve la apariencia externa de las cosas no es un filósofo; el verdadero filósofo ve la realidad, no sólo la apariencia exterior. El que conoce el sol y la luna tiene un sol y una luna en él, y puede decir cómo se ven, incluso si sus ojos están cerrados. Así, el verdadero médico ve en sí mismo toda la constitución del Microcosmos del hombre, con todas sus partes. Ve la constitución de su paciente como si fuera un cristal claro, en el que ni un solo cabello podría escapar a la detección. Lo ve como vería las piedras y los guijarros en el fondo de un pozo transparente. Esta es la filosofía sobre la que se basa el verdadero arte de la medicina. No es que vuestros ojos físicos sean capaces de mostraros estas cosas, sino que es la misma Naturaleza quien os las enseña. La naturaleza es la madre universal de todos, y si estáis en armonía con ella, si el espejo de vuestra mente no ha sido cegado por las telarañas de las especulaciones, los conceptos erróneos y las teorías erróneas, ella os mostrará un espejo. en el que verás la verdad. Pero el que no es verdadero él mismo no verá la verdad tal como la enseña la Naturaleza, y es mucho más fácil estudiar una serie de libros y aprender de memoria una serie de teorías científicas que ennoblecer el propio carácter hasta tal punto. como para entrar en perfecta armonía con la Naturaleza y poder ver la verdad.

Paracelco, médico y alquimista suizo del siglo XVI